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CRÍTICAS
María del Carmen D¨Adamo       Aldo Galli


 

Memorias del mañana
 

En esta imaginería arquitectónica esta el desafío del artista por subvertir el orden creado y a la vez estetizarlo cuestionando el arraigado mito de la unidad y estabilidad de la estructura. Solo desde la unidad cabe descomponer y descomponer. Así, Daniel Horacio Aguirre encuentra nuevos territorios a partir de varios objetos.

Retazos de antiguas historias, de mitos perdidos, jirones de semblanzas pasadas y fragmentos de cientos de fotografías llegan a cada uno de sus collages. Entonces, cada fragmento que fue desarticulado de su sistema original, se resignifica en una nueva organización espacial: una arquitectura soñada para hombres que sueñan. Tal como en la narrativa fantástica, la imagen creada - de ingeniosa perspectiva y sugestivo manejo de la línea - se abre camino entre la ironía y el absurdo.

El artista desarma, disloca la forma y se permite averiguar lo que reprime, luego reinterpreta y elabora. En uan actitud semejante a la del psicoanálisis, nos revela el inconciente de las propias estructuras: aquellas que alguna vez se plantearon como puras hasta que él descubre su naturaleza impura y sus fuerzas en tensión.

 
 

Desde lo universal que pervive en cada artista, no importa que latitud habite, Daniel  - formado en las artes plásticas - quizás haya recibido en alguna lejana heredad cubista o dadaísta en lo diestro de su composición fragmentaria en el deleite por desplazar los objetos de su ámbito tradicional y llevarlos al lugar de la magia. Sin embargo, creo que tampoco es erróneo hipotizar que la obra de este pintor hay un recuerdo del futuro, un reloj anticipatorio delcambio... una tensión de fin de siglo, de fin de milenio.

Por poco que se indague en esta muestra hecha de hoy, de aquí y de ahora, se entenderá que lo que mas abarca es "la memoria del mañana", si la licencia nos cabe.

El criterio de unicidad en el mundo moderno, quizás no haya fracasado, sino que se realiza de manera distinta en cada uno de nosotros. Es el paso de una gran utopía a la pluralidad de modelos. Es un tiempo de estructuras y seres más débiles. Para el hombre de fin de siglo hay una pérdida trascendente del valor fundado en la estructura que empuja a un mundo en que la realidad es cada vez menos tangible y más imagen.

La totalidad es inabordable y la fragmentación se ha convertido en nuestro signo.

En ese espacio inevitable que nos ofrece lectura múltiples y unívocas, que contiene el pasado pero que se compromete con el futuro, Daniel Horacio Aguirre, hoy nos hace pensar.

 

María del Carmen D¨Adamo
Crítica de Artes Visuales
Miembro de la Asociación Argentina de Críticos de Arte.

 

 

 

Daniel Aguirre en la Carbonería
 

...Su labor tiene características locales que interesa conocer, en especial, porque contribuye a enriquecer el repertorio de estilos centrados en el tema. Una treintena de piezas de mediano porte realizadas en el último par de años actualiza la imagen de su obra, todavía poco conocida fuera de su ámbito, en parte porque no es un expositor habitual. Habitualmente ejerce la docencia. Hasta el momento realizó media docena de muestras individuales y participó en otras tantas colectivas. Para alguien nacido en 1950, cuantitativamente no es demasiado; pero si unimos sus anteriores presentaciones con el aporte que se ve en estos días, se lo puede ubicar entre los artistas porteños que ejercen su profesión con continuidad.

Representa en sus obras las construcciones y los viejos conventillos con una paleta de colores tan vivos como la policromía urbana que los inspira. Pero no son imágenes puntuales de los motivos que les dan origen, aunque los reproduzcan fragmentariamente, sino interpretaciones subjetivas que provienen de mezclar la fotografía y el collage con la geometría. Los encuadres, sobre todo, son inusitados y responden, a menudo, a sistemas diagonales de composición que estimulan el movimiento visual. Las texturas y la combinación de fotografías, chapas de aluminio, cartones y papeles acrecen la sensación de cientismo.

Si nos atenemos estrictamente a lo formal, deberíamos hablar de ensamblados más que de collages, puesto que éstos se vinculan sólo con el pegado de papeles y no de otros elementos. La voz viene del francés coller, que significa pegar. Pero, en la actualidad, esa diferenciación se está perdiendo. De todos modos, Aguirre mantiene una configuración frontal más cercana a la de los viejos papiers collés de los cubistas que a los cuadros en relieve que dieron origen a los assemblages y a los combines paintings. El espacio de sus obras proviene más de la sensación que aquéllas producen que de los volúmenes de los materiales. En todo caso, es su sentido profundo el que las vincula más con los montajes y collages de los dadaístas, quienes terminaron por realizar enteramente sus obras con lo que en principio era sólo parte de la composición. Como se señaló repetidamente, erigían un mundo nuevo con los pedazos del anterior.

Los cuadros de Aguirre no están "pintados", sino realizados con elementos que se relacionan con las costumbres y, consecuentemente, con los pensamientos barriales. Los materiales son variados, pero provienen en gran parte de fotografías tomadas por él mismo. Una variación producida en el laboratorio mediante el viraje de los colores o el empleo de negativos de esos colores en combinación con objetos tridimensionales hace el resto. En cierto modo, evita el pincel para reemplazar lo que éste tiene de gestual con la imagen mecánicamente reproducida. En ese sentido, se aproxima a la idea de un artesano que tiene un sello personal. No es una objeción. La factura de sus obras renueva la tradición con evocaciones figurativas que expanden la conciencia de la realidad o, por lo menos, de una identidad que permanece estable. Los objetos (las chapas, por ejemplo) están en función del contenido que representan, pero no podríamos hablar de ellos como lo haríamos con los combinados que inició en los años cincuenta el norteamericano Rauschenberg, quien pegaba elementos de toda clase por considerar la obra como una cosa más, entre las otras cosas. Su inclusión de objetos reales en la pintura abstracta tenía un fin reflexivo que se oponía a la división entre pintura y escultura.

Si alguna crítica hubiese en el modo que tiene Aguirre de interpretar lo que las circunstancias le imponen, no está a la vista. La localización figurativa de las referencias señala la aceptación de su propia manera de vivir. No parece haber contradicciones entre una y otra. Representa lo que siente de lo que ve y ambas cosas no difieren porque responden a circunstancias sentimentales que la capacidad cognoscitiva no puede ni quiere borrar.

Esquina Garibaldi, Amarillo conventillo o Convoy constituyen magníficos ejemplos de su trabajo. El catálogo los reproduce en color junto con inteligentes y sentidos escritos de Hugo Irureta y María D´Adamo, quien, entre otras cosas, señala atinadamente la carencia de seres que vivifiquen la soledad metafísica que transmiten.

(En La Carbonería, Magallanes 885, La Boca. Hasta el 31 de enero.)

Aldo Galli
Diario La Nación