Daniel
Aguirre en la Carbonería
...Su labor
tiene características locales que interesa
conocer, en especial, porque contribuye a
enriquecer el repertorio de estilos
centrados en el tema. Una treintena de
piezas de mediano porte realizadas en el
último par de años actualiza la imagen de su
obra, todavía poco conocida fuera de su
ámbito, en parte porque no es un expositor
habitual. Habitualmente ejerce la docencia.
Hasta el momento realizó media docena de
muestras individuales y participó en otras
tantas colectivas. Para alguien nacido en
1950, cuantitativamente no es demasiado;
pero si unimos sus anteriores presentaciones
con el aporte que se ve en estos días, se lo
puede ubicar entre los artistas porteños que
ejercen su profesión con continuidad.
Representa en sus obras las construcciones y
los viejos conventillos con una paleta de
colores tan vivos como la policromía urbana
que los inspira. Pero no son imágenes
puntuales de los motivos que les dan origen,
aunque los reproduzcan fragmentariamente,
sino interpretaciones subjetivas que
provienen de mezclar la fotografía y el
collage con la geometría. Los encuadres,
sobre todo, son inusitados y responden, a
menudo, a sistemas diagonales de composición
que estimulan el movimiento visual. Las
texturas y la combinación de fotografías,
chapas de aluminio, cartones y papeles
acrecen la sensación de cientismo.
Si nos atenemos estrictamente a lo formal,
deberíamos hablar de ensamblados más que de
collages, puesto que éstos se vinculan sólo
con el pegado de papeles y no de otros
elementos. La voz viene del francés coller,
que significa pegar. Pero, en la actualidad,
esa diferenciación se está perdiendo. De
todos modos, Aguirre mantiene una
configuración frontal más cercana a la de
los viejos papiers collés de los cubistas
que a los cuadros en relieve que dieron
origen a los assemblages y a los combines
paintings. El espacio de sus obras proviene
más de la sensación que aquéllas producen
que de los volúmenes de los materiales. En
todo caso, es su sentido profundo el que las
vincula más con los montajes y collages de
los dadaístas, quienes terminaron por
realizar enteramente sus obras con lo que en
principio era sólo parte de la composición.
Como se señaló repetidamente, erigían un
mundo nuevo con los pedazos del anterior.
Los cuadros de Aguirre no están "pintados",
sino realizados con elementos que se
relacionan con las costumbres y,
consecuentemente, con los pensamientos
barriales. Los materiales son variados, pero
provienen en gran parte de fotografías
tomadas por él mismo. Una variación
producida en el laboratorio mediante el
viraje de los colores o el empleo de
negativos de esos colores en combinación con
objetos tridimensionales hace el resto. En
cierto modo, evita el pincel para reemplazar
lo que éste tiene de gestual con la imagen
mecánicamente reproducida. En ese sentido,
se aproxima a la idea de un artesano que
tiene un sello personal. No es una objeción.
La factura de sus obras renueva la tradición
con evocaciones figurativas que expanden la
conciencia de la realidad o, por lo menos,
de una identidad que permanece estable. Los
objetos (las chapas, por ejemplo) están en
función del contenido que representan, pero
no podríamos hablar de ellos como lo
haríamos con los combinados que inició en
los años cincuenta el norteamericano
Rauschenberg, quien pegaba elementos de toda
clase por considerar la obra como una cosa
más, entre las otras cosas. Su inclusión de
objetos reales en la pintura abstracta tenía
un fin reflexivo que se oponía a la división
entre pintura y escultura.
Si alguna crítica hubiese en el modo que
tiene Aguirre de interpretar lo que las
circunstancias le imponen, no está a la
vista. La localización figurativa de las
referencias señala la aceptación de su
propia manera de vivir. No parece haber
contradicciones entre una y otra. Representa
lo que siente de lo que ve y ambas cosas no
difieren porque responden a circunstancias
sentimentales que la capacidad cognoscitiva
no puede ni quiere borrar.
Esquina Garibaldi, Amarillo conventillo o
Convoy constituyen magníficos ejemplos de su
trabajo. El catálogo los reproduce en color
junto con inteligentes y sentidos escritos
de Hugo Irureta y María D´Adamo, quien,
entre otras cosas, señala atinadamente la
carencia de seres que vivifiquen la soledad
metafísica que transmiten.
(En La Carbonería, Magallanes 885, La Boca.
Hasta el 31 de enero.)
Aldo
Galli
Diario La Nación
|